Se sitúa en un valle
circundado por dos sierras, conjunto de tierras muy dispares; apacibles dehesas
y paredes infranqueables. Y todo cubierto de una exuberante vegetación
que envuelve el aire de aromas siempre gratificantes. La vida parece crecer
en cualquier parte.
Desde
siempre la Villa fue lugar de avituallamiento y jolgorio; respiro y desde
luego... de gozo: los caminantes paraban en este lugar antes de aventurarse
por los recónditos pasos que llevaban a Toledo. Después de encomendarse
a su Dios, levantaban el vaso brindando por la suerte que se les avecinaba;
muchas veces temerosos y siempre sacando lo mejor de sí mismos.