Se erige en la cima del cerro situado en la espalda de la población.

La obra se asienta sobre roca viva, adoptando una planta octogonal alargada para adecuarse a la morfología de terreno.

Su fábrica, de sólida mampostería, consiste en una estructura de casi 20 metros de altura, sin torres ni otros elementos exteriores de defensa que un foso o laguna existente en cierta época ante el franco oriental, y la propia escabrosidad del emplazamiento.

En el interior de los gruesos muros, perduran vestigios de un segundo recinto principalmente zonas para las dependencias, donde se aprecian elementos góticos; una fuerte mazmorra, un gran aljibe cuadrangular abovedado, un arco de atajo para ayudar al paso por el adarve, al entrar en una torrecilla en avanzada.

Lo más interesante del Patio de Armas son unos restos de antiguos muros, con preciosas ventanas en arco de herradura, de estilo casi califal, que enmarca el recuadro del alfiz.

Las murallas presentan pocos y reducidos huecos entre los que sobresalen el arco de herradura de ladrillo y piedra que constituye la única entrada al conjunto, con algunas angostas ventanas de igual diseño y estructura. Las ruinas interiores manifiestan claramente que hubo en las fachadas de oriente y sur, salas altas y bajas con techos de madera de pino, y lo mismo otras habitaciones más pequeñas.

La fortaleza perteneció sucesivamente a la Orden de Alcántara y a la jurisdicción de los Ducados de Osuna, Béjar, Vizcondado de Puebla de Alcocer, y hasta los inicios de siglo XIX contó con alcaide nombrado por el titular correspondiente en los tiempos que estuvo ocupado por la orden de Alcántara, fue adecentado interiormente con un estilo gótico, siendo comendador Arias Pérez.

Sabemos por el autor de la monografía del Condado de Belalcázar, don Emilio Cabrera, que en el año 1464 en esta fortaleza existían efectos de defensa como: lombardas grandes de hierro, toneles de pólvora, ballestas de acero, lanzas, celadas francesas, garronchas grandes, almádanas, etc...
Como curiosidad, se encuentra una laguna en el exterior del fuerte, en la cara Nordeste, que consiste en una pequeña y honda poza de aguas claras, es un manantío inexplicable. Pertenece este castillo a la estirpe de los “baluartes manantíos”, como lo son también Alange y San Serván. Realizados por la sabia labor hidráulica, aprovechando con aljibes y conductos hasta la más mínima gota de las lluvias.

Según De Cáceres , en 1482 explica que este castillo fue construido por los árabes y que, una vez terminado, el maestro de obras al echarle la plomada dijo: “Si mi ojo no me miente, castillo habrá para siempre”, afirmación muy certera puesto que su altanera silueta parece desafiar a la inclemencia de los siglos. Pero estudios más modernos lo atribuyen a los Sotomayor a mediados del siglo XV, como ya hemos señalado anteriormente.

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